Cuando las cosas no funcionan, no soy de los que se esconden. En
mis redes sociales expongo los buenos y los malos momentos, por que la vida
es eso. No se entiende una cosa sin la
otra, el ying y el yang, donde todo esta en movimiento constante, y donde el
negro no es tan negro ni el blanco tan blanco.
Los entrenadores prevemos las tormentas. Los nubarrones con lluvia, el
viento y el frío que se aproxima, los intuyes,
aunque la naturaleza se impone y nunca puedes saber el alcance que
tendrá en tu equipo y su repercusión.
Algunos amigos me llaman para darme
ánimos y lo agradezco infinitamente, aunque los que entrenamos sabemos que las
soluciones pasan básicamente por lo que tu puedes controlar, que es muy poco o
mucho según se mire. Es cierto que en 29 años entrenando no había experimentado
una situación similar. Y no estoy hablando de las crisis que muchos equipos
tienen durante la temporada y que forman parte del camino que ha de recorrer un grupo diez meses. Estoy hablando de un conjunto de situaciones negativas en
forma de lesiones, bajas etc. que se instalan como un nubarrón negro encima de
tu equipo. Así es que te empiezas mojando, y
acabas empapado y sin nada para secarte, teniendo la percepción de estar
instalado ahí, dando vueltas como una peonza, en un vaivén de sensaciones del
que no consigues salir.
Así es que he pensado en mi amigo
“Joan”, un delegado que tuve y al que
me une una buena amistad.
Joan, que tenia una empresa grande, me
contaba que de tener a muchos trabajadores en su empresa, paso a no tener
ninguno y estar arruinado. Se quedo a “0”. Peor aún. Con deudas. Cuando le
pregunte como había salido de esta situación me dio una explicación, que
entendí que es tener fe, que es sacar energía de donde no la hay. Me decía que
un día llego a su empresa. Todo estaba desmantelado, no había ni una máquina,
todo era un solar. Tan solo había un teléfono, unos cartones y alguna que otra
herramienta. Imaginaros esta situación. Le pregunté que hizo al ver esta imagen.
El me contesto: “Joan cuando estaba ahí en la empresa sonó el teléfono. Era una
señora que quería que le arreglase una persiana, así que yo le dije que ahora
mismo iba. Me hice una caja de con unos cartones, le puse dentro cuatro
herramientas que quedaban por el solar (y cuatro era en sentido literal) y fui
a arreglar la persiana de esa señora. Y seguí recuperándome hasta hoy”. Sólo la imagen ya hace daño cuando la trasladas a la realidad.
Pensando en él, he visto que no todo
depende de ti, pero lo que tu puedes hacer, lo que tu puedes aportar, lo que tu
puedes controlar, debes hacerlo, debes intentarlo, debes vaciarte hasta el
final.
No puedes pedirle a alguien que haga su
trabajo, o si puedes, pero la responsabilidad individual es de cada uno, puedes
exigir trabajo, motivación y todo lo que tu creas, pero al final es la persona,
el individuo como tal que debe ser conciente de que puede aportar ella, no solo
para el grupo, sino por valor personal, por dignidad, por autoestima...Lo otro
viene después.
Perder partidos no es una tragedia. No
clasificarse no es una tragedia. Jugar mal no es una tragedia. Al fin y al cabo la competición deportiva si
que no es previsible. Uno debe disfrutar del camino, encontrar motivación para
el entrenamiento diario, la mejora constante. Si encuentras placer en eso, lo
demás tiene una importancia relativa.
Hay que buscar el placer en lo que
haces, y no hacer algo para tener placer.
La tormenta ha llegado y parece que se
ha instalado unos días., habrá que bailar con ella hasta que encuentre otra
pareja.
Como
dice mi hermano: El secreto de la serenidad es cooperar
incondicionalmente con lo inevitable.
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