"Si dejas de aprender, dejas de enseñar" (Joan González)

2017/01/23

QUIERO QUE MI HIJA/O SEA FELIZ JUGANDO A BALONCESTO



¿Quién no ha oído esta frase de un padre o una madre?.

La felicidad es un estado de ánimo, la alegría, el placer corporal y espiritual, sentirse bien en definitiva.

Los entrenadores deseamos ver a nuestras jugadoras felices, contentas mientras entrenan y aprenden, mientras juegan y compiten. Pero el término felicidad es difícil que sea constante, igual que no podríamos vivir en un constante enamoramiento, tampoco podemos vivir en una felicidad permanente. Siempre hay algo que nos recuerda que la realidad no es esa, aunque perseguimos evidentemente llenar nuestro mundo del máximo de esos momentos

Cuando entreno, cuando ejerzo la profesión de entrenar, me siento realizado, y eso me conlleva a momentos concretos de felicidad. Pero es obvio que para tener esos momentos, hay que sortear muchos obstáculos, y sacrificar otros espacios emocionales o físicos que también me ofrecen instantes extraordinarios.
Cuando una jugadora se encuentra “piedras” en el camino en el transcurso de su trayectoria como jugadora, es evidente que influyen muchos factores externos de cómo va a ser capaz de sortear este obstáculo.
Muchos padres en su afán de que la niña no sufra, y no experimente momentos de tristeza, se apresuran en apartar esa piedra, para que pueda seguir fluyendo en ese estado de ánimo, como queriendo alargar esos momentos de placer. Todos los que somos padres hemos apartado alguna piedra del camino, aún siendo consciente de que no les estamos haciendo un favor.  Pero eso también nos ahorra a nosotros sufrir cuando vemos a nuestra hija en un estado de tristeza o de preocupación. Ese es el verdadero motivo cuando apartamos las piedras. No podemos soportar ver a nuestros hijos sufrir…”y menos por el baloncesto” (otra gran frase).

Las jugadoras en todas sus facetas personales y en su  formación deportiva, han de saber buscar esas estrategias para sortear esas dificultades. A unas les cuesta mas que a otras, porque influyen situaciones personales, emocionales, familiares, etc.…
Los padres han de ser capaces de dejar que sus hijas encuentren la forma de superar esos momentos de dificultad,  de inseguridad, y que ellas vean como ante un obstáculo pueden seguir avanzando, aunque eso conlleve alguna caída, alguna herida que a veces es inevitable.

Que estén en un equipo de baloncesto,  les entrena para la vida, que tengan un entrenador que les ponga dificultades exigiendo la excelencia, buscando sus limites para superarlos, es positivo para su formación.

Que una jugadora llore ante una situación, que se enfade, que se preocupe, que se entristezca es saludable. Cada una expresa la frustración de una forma determinada. Nosotros hemos de estar a su lado para ayudarla en ese proceso formativo y tan complejo, y hacerle entender hay inviernos antes que primaveras.

Los que tenemos años detrás entrenando, tenemos la experiencia de encontrarnos con jugadoras que “han sufrido” en los entrenamientos, buscando esos limites personales, y cuando las veo al cabo de un tiempo, agradecen este transito tortuoso  a veces, pero con grandes momentos de satisfacción personal de superar individualmente y como equipo esas situaciones, que después les han ayudado a afrontar aspectos profesionales con mayor seguridad en si mismas.


No hay buenos entrenadores que sean amigos de las jugadoras. Hay buenos entrenadores cuando anticipan las dificultades y ya saben que reacciones van a tener las jugadoras, ante su propuesta formativa.

He querido, quiero y querré siempre a los jugadores y jugadoras que he entrenado, aún sabiendo que ellas me han odiado en algún momento en el parquet, en el vestuario o en el banquillo. Lo realmente importante es que la mayoría te reconozcan como alguien que les ayudo en el proceso formativo personal y profesional.