"Si dejas de aprender, dejas de enseñar" (Joan González)

2012/05/31

CUANDO LOS RECUERDOS INVADEN EL PRESENTE



Tengo la costumbre de tener colgados en una pared, las fotos de todos los equipos que he dirigido. La mirada que recae sobre esos cuadros, no es la mirada de quien no ha vivido estos momentos. Muchos que vienen a mi casa los observan y preguntan por algunos jugadores, por los resultados o éxitos y fracasos.
Nada mas lejos de “mi mirada”... Cuando yo profundizo en estos cuadros, veo muchas mas cosas. Mi mirada es profunda y larga y los recuerdos se entrelazan emocionados sobre aspectos básicamente anímicos. Lo que nos da un equipo a nivel interno, de las emociones, es lo que realmente nos une para siempre con aquel grupo.

Cuando me siento y veo la pared llena de estos cuadros, me invade una cierta tristeza. Como decía un día mi amigo Joaquín Arnal, las cosas no son como antes. Ves fotos colgadas de hace años y los jugadores emocionados recuerdan esas etapas de baloncesto como una vivencia extraordinaria, yo diría que casi primordial en su secuencia de la vida, y que de alguna forma u otra han marcado su camino personal y incluso profesional.
Cuando los recuerdos del pasado invaden el presente, es que éste no es como el pasado. Cierto es que con el tiempo la memoria hace selectiva los momentos, sobretodo los positivos, y la tendencia es a sobre valorar las situaciones que nos han dado satisfacción.
Miro esa pared ahora con 50 años y 27 entrenando ininterrumpidamente, y pienso que he dejado muchas cosas en el camino. Mis hijos han crecido con un padre hipotecado por los fines de semana y gran parte de esos años de viajes que ocupaban todo el fin de semana. He estado entrenando con la incomprensión de compañeros de trabajo, que ven en nosotros unos bichos raros, por dedicar noches de entrenamiento y días de trabajo personal para darlos a este deporte. He entrenado durante diez meses al año sin prácticamente un fin de semana tranquilo y relajante.
No sabría responder si ha valido la pena hacer todo esto durante 27 años. Pero cuando miro esos cuadros llenos de jugadores y las historias que me han acompañado durante estos años, pienso que este esfuerzo no ha sido nada, comparado con la cantidad de amigos, que me ha dado este deporte, con los grandes momentos vividos.

 

Pero tengo que decir que yo antes sentía el “olor de los vestuarios”, ese tan característico que mis colegas de mi edad, sabrán identificar como yo. Ese donde se cuecen las relaciones, donde ves llorar, donde ves sufrir, donde ves la alegría, donde ves la frustración, donde ves la motivación.... Ahora los vestuarios no huelen igual. Ahora fichas a un jugador y solo sabe que el vestuario es para cambiarse. Ve un balón y no sabe que es la pieza vincular de una relación de grupo, sino que ve en ella, un objetivo para hacer puntos. Ve un compañero y seguramente solo sabe de él su número de camiseta y como un rival muchas veces. Ve un entrenador y lo ve como un obstáculo para sus minutos de juego y no como un profesional que le dará opciones de juego y mejora en los entrenamientos diarios.
Me invade la tristeza de pensar que quizás ya no quedan demasiados jugadores así. Me invade la preocupación de ver entrenadores tecnócratas donde su libro de entrenamientos es la estadística, la observación de video , y que vean los jugadores como piezas de ajedrez.

Pero también me invade la alegría de ver que conocí generaciones de jugadores y entrenadores donde lo más importante era pertenecer a un vestuario y pisar juntos una cancha de baloncesto. Por que sino has experimentado todo esto, como vas a explicarle alguien que és el baloncesto, más allá de lo que ve todo el mundo... un balón dos canastas, doce jugadores y unos técnicos locos?
Cuando vean un partido de baloncesto por TV vean los puntos de los jugadores, las canastas con mate, las defensas, los tapones...pero si quieren saber que es un equipo de baloncesto vean el sufrimiento de los protagonistas, sus caras, sus reacciones, sus emociones, sus tiempos muertos, “huelan el vestuario”, solo así sabrán por que un entrenador como yo y muchos otros, somos capaces de sentarnos delante de una fotografía y ver más allá del marco del cuadro. Cuando eres capaz de traspasar el cuadro... es que has “olido al vestuario”.