Es difícil entrar en la cabeza de un
entrenador. Muchos piensan que sus gestos, sus miradas son suficientes para
interpretarle, pero los que somos entrenadores sabemos que dentro nuestro, se
entremezclan muchas cosas que hacen que tomemos decisiones, que desde el
exterior son complejas de interpretar y mas que eso, pueden no entenderse.
Tener malos resultados casi siempre te
abocan al fracaso. A un entrenador normalmente se le juzga por eso, aunque es
verdad (y me alegro) de que haya excepciones en muchos clubes, apostando por un
modelo, un estilo, un trabajo en definitiva, que se mueva mas allá de los
valores de ganar o perder.
Pero cuando un entrenador hace un
resultado correcto, cuando se siente bien por el trabajo numérico realizado, se
da por hecho que la renovación será efectiva por parte de la directiva del
club, y por parte del mismo entrenador. Si una de éstas dos variantes no hace
ese camino, se malinterpreta, o no se entiende.
Dejar un club, renunciar a una propuesta
de un club, al que llevas en el corazón, decidir que has de irte y dejar un
staff técnico sobresaliente, un presidente que es amigo personal, una junta que
te ha apoyado en los momentos difíciles y unos jugadores que has convivido
nueve meses y que has hecho tuyos, es fácil preveer que la mayoría no podrán
comprender el alcance de esta decisión.
Ser entrenador, por mucho que algunos
quieran minimizarla, no es una tarea fácil. Se mueven muchos intangibles. Y en
mi caso en la UEMataró así ha sido. No ha sido fácil porque la UEM es un club con historia, y esa
historia (como decía un amigo entrenador) ha sido tan grande en el baloncesto
nacional y de la ciudad, que conlleva un peso continuo. Un peso invisible, pero
con cabezas visibles.
Ha sido un año complicado, pero me
siento “groc”, no he de negarlo, y este sentimiento nunca se me ha permitido
llevarlo con alegría, con la confianza que humildemente creo que merecía, aunque
no soy de Mataró, ni vivo en esta ciudad,
ni formo parte de...
Mi incapacidad de gestión de este
entorno, es tan importante como la capacidad de trabajo que se ha realizado por
parte de todos. Pero yo como Joan González, si necesito esta otra parte para
sentirme recompensado en mi labor como entrenador. Soy un romántico del baloncesto,
valoro las relaciones personales, y no sirve de nada entrenar y llevar un
equipo si cuando miras al frente, ves las espaldas.
Las sombras de este club son alargadas,
ni yo ni nadie las va a cambiar por que forman parte del paisaje. Y no tengo la
sensación de dar satisfacción a quien no ha respetado mi trabajo, o no me ha
querido nunca, ante esta decisión. Al contrario, estoy contento conmigo mismo,
porque a pesar de todo, a pesar de dejar un club al que quiero y le deseo lo
mejor, una vez mas sigo siendo honesto conmigo y con el baloncesto, tomando la
decisión con la cabeza y no con el corazón, aunque eso si, con la tristeza de
ver que la pelota naranja, que tanto persigo, tiene poco que ver en eso
Un abrazo al presidente y amigo Joan Ventura y a su junta, a Romero por sus
“pizzas”, a Oscar Jordá, a Marc Batlle, a Patxi, por su lealtad, a todos los
jugadores del senior A, que tanto han luchado,
a aquellos jugadores del B que
nos han ayudado, a jugadores del júnior, a la familia Castellvi por su fidelidad,
a los niños y niñas de este club por su sonrisa y ánimos constantes, al Sr.
Puig por apreciarme tanto y por sus consejos. A los conserjes del Palau Mora,
por hacerme la vida fácil en los entrenamientos.
Si claro, me dejo a alguien...Solo
faltaría!!!
Hasta siempre familia de la UEM.
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